“Los misterios de un poeta que canta”
- Guillermo Romero Ismael
- 23 oct 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 27 oct 2019
Muchas veces, personas muy cercanas a mí, me insisten en que muestre mis escritos por este medio, dicen, que aunque estén editados mis libros, muchos de ustedes no pueden acceder a ellos.
Yo acepté el desafío y aquí les comparto este poema, que es, casi, como un prólogo de mi libro de poemas "Átomo Simiente"
Pase muchos años sin poder escribir una sola palabra con respecto a este tema, hasta que una noche de septiembre de 2007 me desperté a las tres de la mañana, aturdido por un cúmulo de sensaciones que ni cuerpo, ni mi mente, podían apaciguar.
Fue entonces, cuando decidí atender al pedido de mi conciencia y me senté frente al ordenador a escribir, como si alguien me estuviese dictando y sin levantarme de la silla, allí estuve largas horas.
Recuerdo claramente que a las diez de la mañana, exhauto, me fui a dormir.
Cuando desperté, la computadora había quedado encendida y sin dudarlo, me levanté exaltado y me dirigí a ella, con la ansiedad y la preocupación de no saber si había tomado el recaudo de guardar en la memoria de la máquina, lo que tantas horas me había llevado escribir. Evidentemente, el cansancio me venció y yo no había guardado mi escrito, pero él, ahí estaba, esperando que su poeta no lo ignorara y lo protegiera del olvido y para siempre.
Gracias a Dios que decidió quedarse y ser parte de mi vida hasta mi última lágrima, antes de mi muerte.
Si se hubiese borrado, por infinidad de motivos, no me lo hubiese perdonado, por qué jamás volvería a escribir lo mismo.
Así esta echa la vida, de pequeños instantes, que, misteriosamente nos roban día a día, el derecho de perdurar y de vivir para siempre.
Mientras tanto el cantante ama al poeta y el poeta no puede vivir sin su cantante.
"PROCLÁMATE EMPERADOR DE TU PROPIA CONCIENCIA"
Del libro de poemas. “Átomo Simiente”
Por Guillermo Romero Ismael .
Perdón, he balbuceado un canto nocturno, omnipotente, obsoleto, e infrecuente, mirado desde abajo, con la introspección del alma y ahondando los confines de la gnosis.
He presentido del cosmos sus latidos y he palpado el fondo de la necedad humana, humillada en su propia conciencia.
He percibido del pueblo el holocausto de la sabiduría y en el encéfalo de la conciencia, encontré a Cristo arrodillado suplicando benignidad.
Entonces, acumulé vergüenza y bajé los ojos, luego, me senté frente a la insondable criatura del misterio a hondar mi verdadera introspección, pero ella me trató de estólido; creía que lo mío era uno de esos cuentos terrenales, vetustos, arrancados de las vísceras de la miseria humana.
Pero nada de eso. Escribir, es un asentamiento irrisorio anclado en la soberbia del que lo lee todo, o en la humildad del que te acompaña desde su hábitat y te hace sentir su cariño.
Repito, escribir es un despropósito típico de esos centros clandestinos, donde la zozobra es dueña de una verdad a medias; Entonces, pregunto; ¿Quién se hace cargo de su buen oído? Yo lo heredé y afirmo también, que mi laringe gorjea por el pulso de mi propia sangre.
Desde que tengo razón, a la razón la perdí. ¿Por qué entonces me persigue un impelido de aquellos, que declina su argumentoen cuantas corbatas le ponen de señuelo?
¿O en ese otro, que frente al espejo, puede mirarse y mentirse solo, difamando una oración inadmisible en pos de la memoria, como si la memoria fuese un regalo divino que uno quiere recibirlo.
Recordar no es lo mismo que hacer memoria, un poema guardado en el corazón te acaricia el alma, un flagelo de mezquindad y duelo te mata el corazón.
Entonces, me quedo con Bécquer, Machado, Dávalos, Arola o Neruda, en definitiva, ellos balbucean la terrena existencia desde las profundidades de su oceánico misterio.Yo, estoy absorto de todo eso.
Te dejo el recogimiento de mi alma, mi eternidad y mi ausencia, ¿sabes? al fin y al cabo descubrí que el silencio de las cosas está; en los aturdidos aplausos que viajan por frecuencias insondables, hasta los válidos acuosos en los arcanos del humano.
De un sabio a un atolondrado no hay diferencia alguna, uno es raíz y esencia, el otro es tronco y rama.
La culpa no existe, no traslades tus miserias en la futilidad que te conviene; porque entonces la tierra arde en dolencia y atemorizada viaja sobre el fuego de la blasfemia.
Mira al universo y te sentirás una parte infinitesimal del cosmos.
El cosmos, es todo aquello que muta en existencia para ser espíritu entre la luz y la sombra del misterio.
Elévate siempre y rasguña las celdas de la duplicidad, suelta los lazos de la desidia y trinca el misterio de tu “Átomo simiente”, para que te encuentres triunfante, sin vestiduras en tu propio reino y demoler la estratagema que hiere tu misericordia.
Bebe entonces el canto alto, proclama tu verdadera liberación, exhorta la gloria de tu imperio y huye del bárbaro invasor, que te acoge mansamente en su verde gramilla.
Huye de la sin razón y proclámate emperador de tu propia conciencia.
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Hermoso poema e introducción, tanto talento.